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19/7/25

Manny Pacquiao, el regreso al ring equivocado

Manny Pacquiao, el regreso al ring equivocado

Manny Pacquiao, el regreso al ring equivocado

Manny Pacquiao, el regreso al ring equivocado

 

Hay regresos que inspiran. Otros que despiertan preocupación. Y unos pocos que, sencillamente, no deberían ocurrir. El de Manny Pacquiao pertenece a esta última categoría. Este sábado 19 de julio en Las Vegas, el filipino volverá a subir a un cuadrilátero para enfrentar al campeón interino welter del CMB, Mario Barrios. A sus 46 años, y después de ser exaltado al Salón de la Fama, la leyenda elige reabrir una puerta que debía permanecer cerrada.

 

Nadie discute la grandeza de Pacquiao. Es una figura irrepetible: campeón mundial en ocho divisiones, héroe nacional, símbolo viviente del boxeo asiático. Su trayectoria ha sido fuente de inspiración para millones y su impacto en el deporte va mucho más allá de los títulos ganados. Pero todo guerrero necesita saber cuándo colgar los guantes. Y él ya lo había hecho, de forma digna, tras caer ante Yordenis Ugás en 2021.

 

Esa noche contra Ugás fue dura, pero digna. El cubano fue mejor, más joven, más fuerte. El filipino mostró orgullo, pero no fue suficiente. El mensaje parecía claro: el cuerpo ya no acompañaba la voluntad. Y aun así, en lugar de abrazar la inmortalidad de manera serena, Pacquiao vuelve al peligro, justo después de ser ovacionado en Canastota. Una contradicción que cuesta entender.

 

Mario Barrios no es un rival cualquiera. Es un campeón en plenitud física, con hambre y sin miedo a los nombres grandes. Para él, esta es una oportunidad dorada. Derrotar a Pacquiao —aunque sea una versión tardía— puede catapultarlo a la cima mediática del boxeo. Y lo sabe. No tendrá contemplaciones. No respetará leyendas. Barrios no pelea contra la historia, pelea por su futuro.

 

El boxeo es un deporte cruel con la nostalgia. Cuando los reflejos ya no responden y las piernas no obedecen, todo se hace cuesta arriba. Pacquiao fue una fuerza de la naturaleza, pero esa energía no es eterna. Las estadísticas están en su contra. A los 46 años, muy pocos boxeadores han salido airosos de un regreso al máximo nivel. Y casi ninguno enfrentando a un campeón en activo.

 

No se trata de cuestionar su valentía, sino su juicio. Este regreso no tiene justificación deportiva. No hay historias mayores en juego ni grandes rivalidades por cerrar. Es una pelea que parece nacer más del ego y la nostalgia que de una planificación real. Y eso la vuelve más peligrosa. Porque cuando el motor no es la necesidad, sino el recuerdo de lo que se fue, las consecuencias pueden ser duras.

 

Pacquiao tiene una estela escrita con sangre, sudor y gloria. Ya no necesita más capítulos. El Salón de la Fama lo ha consagrado, y sus hazañas quedarán en la memoria colectiva del boxeo por siempre. Pero si este sábado las cosas salen mal, si cae por nocaut o se ve superado de forma clara, esa misma memoria puede llenarse de imágenes innecesarias.

 

Muchos ídolos han regresado cuando no debían. Ali, Leonard, De La Hoya. El boxeo tiene una larga lista de finales demoraos y amargos. Manny, que ha sido tan grande que todos ellos en muchas formas, merece evitar ese destino. Merece retirarse en paz, no con los labios partidos ni el rostro hinchado por los golpes de un rival que apenas empezaba cuando él ya era leyenda.

 

Ojalá este regreso no termine en tragedia deportiva. Ojalá Pacquiao tenga una última noche de magia. Pero la sensación es otra. Que este sábado en Las Vegas veremos a un hombre pelear no solo contra Barrios, sino contra el tiempo. Y esa es una batalla que ni los más grandes pueden ganar.

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